“Un beso es una encuesta en la planta alta para saber si la planta baja está libre”. Esta ocurrente frase del periodista alemán Robert Lembke ha sido ratificada por la comunidad científica, gracias a un estudio realizado en la Universidad de Albany. Uno de los responsables de la investigación, el psicólogo Gordon Gallup, afirma que “hay muchas fuerzas capaces de conectar románticamente a dos personas. Pero un beso, y particularmente el primer beso, puede romper fácilmente el vínculo”.
El estudio, elaborado por Gallup en colaboración con Susan Hughes y Marissa Harrison, es una auténtica radiografía de la gimnasia interbucal, cuya conclusión más interesante es la crucial importancia del primer beso: puede servir de acicate para pasar a mayores o, por el contrario, hacer que se evapore el interés en la potencial pareja.
O, al menos, esto es lo que se traduce del sondeo realizado por los tres especialistas entre 1.041 estudiantes: “Cuando dos personas se besan, se está produciendo un complejo intercambio de señales químicas. Ese contacto activa mecanismos inconscientes que actúan para evaluar nuestra compatibilidad genética o nuestra viabilidad reproductiva con la persona que estamos besando”, explica el profesor Gallup.
El caso es que, de forma instintiva, hombres y mujeres se exploran mutuamente usando sus bocas como instrumentos. Por ejemplo, ellas pueden intuir si el hombre dará la talla en la cama (en este sentido, la lengua es el espejo del pene) y ellos pueden sentir el grado de fertilidad y receptividad sexual de la chica en cuestión.
¿Por qué las prostitutas no besan a sus clientes?
Según el mismo estudio, la experiencia de besar es igualmente reveladora para hombres y mujeres, pero cada sexo valoran el beso de manera diferente: “Para ellas es más importante que para ellos en todas las fases de la relación”, sentencia Gallup. Esto explicaría muchas cosas, como el hecho de que muchas prostitutas se nieguen en redondo a besar a sus clientes y reserven el boca a boca para sus novios o que, en general, las mujeres se tomen mucho peor que su pareja intercambie saliva con otra persona.
Además, mientras los hombres usan el beso como “aperitivo” pero pueden prescindir de él durante el acto, las mujeres sienten la necesidad de besarse antes, durante y después del encuentro sexual.
En el ámbito de la pareja, los hombres (como los chimpancés o los bonobos) usan el beso para hacer las paces tras una discusión, mientras que ellas saben medir en la intensidad del beso el estado de salud de la relación o el nivel de compromiso de su amante. El caso es que un beso mal dado en un momento delicado puede desencadenar una auténtica crisis conyugal.
En cuanto a las técnicas, que los hombres prefieran el beso con mucha lengua y la boca muy abierta es un hecho biológico: ellos necesitan mucha más oxitocina (hormona del vínculo emocional y de la felicidad sexual) para sentirse conectados a su amante. Ellas prefieren empezar con más suavidad, pero poco a poco se van calentando: la testosterona que hay en la saliva masculina estimula la libido femenina. De hecho, hay mujeres dotadas de gran sensibilidad oral que son capaces de alcanzar el orgasmo con un beso largo y profundo.
Origen del ósculo
La mayor parte de los científicos coinciden en que el origen del beso se remonta al hombre de Cromagnon, con el llamado beso protoparental, mediante el cual las madres alimentaban a sus hijos con su propia boca, pasándoles alimentos masticados por ellas mismas, milenios antes de la existencia del potitos y el pasapuré. Se supone que este acto primigenio fue evolucionando hasta trasladarse al terreno del galanteo entre machos y hembras y, con el tiempo y mucha práctica, se transformó en un rito romántico ineludible que se ha ido extendiendo por casi todos los pueblos y culturas.
En un capítulo del Kama Sutra, sin ir más lejos, se explican 30 tipos de besos, desde el sutil “beso ladeado” hasta el salvaje “línea de joyas”, en el que se usan, además de la lengua, todos los dientes.
Hoy, el beso es un acto cotidiano, un saludable ejercicio en el que se mueven 30 músculos de la cara y que, según la asociación sexológica británica Relate, libera adrenalina, mejora el estado de ánimo, aumenta el ritmo cardíaco y sube el nivel de glucosa en la sangre. Estos beneficios nos empujan a besarnos con alegría y sin pensárnoslo dos veces, a pesar la proliferación de enfermedades como la mononucleosis infecciosa (también conocida como “enfermedad del beso”) o de informaciones científicas que aseguran que, al besarnos, intercambiamos alrededor de 3.000 colonias de bacterias.
Lo que está claro es que un beso ardiente y apasionado es mucho más difícil de fingir que un orgasmo: hace falta ser un gran intérprete para bordarlo. Tal vez por esto, una de las asignaturas pendientes del cine porno son los besos: es raro encontrarse con una película X en la que haya buenos y apasionados ósculos
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